He estado soñando por ahí, en alguna parte. Hay rincones en la gran ciudad para auténticos soñadores. El soñador de ciudad es un ser que no pertenece a su mundo, todo lo que le rodea tiene para él un sentido superfluo.
También hay otra clase de soñadores que crean un mundo irreal porque ven en la realidad algo maravilloso. Algunas veces, me tiene pasado, he caminado por la ciudad soñando tan intensamente, que se me han abierto mundos en otros sistemas del infinito; y entonces, algo tan importante como es pensar en mujeres, característico de mi edad, se ha difuminado de tal modo que, cuando una guapa rubia ha pasado cerca de mí; la he mirado como el que mira algo incomprensible, algo sencillo, pasajero, como es, por ejemplo, una piedra, un lápiz, o cualquier objeto cotidiano y simple, por decir algo.
Así es la vida, uno nace en medio de un mundo semi-hostil, y lo que se le ocurre es estar soñando con pájaros y nubes azules, en vez de tratar de dominar los espacios difíciles de la verdadera realidad, es decir, la realidad tal como nuestra presencia física la registra.
He hablado antes de mujeres como seres simples, sin embargo, en la civilización de nuestra época, son factores muy importantes a la hora de potenciar el sueño. Es decir, hay innumerables situaciones a través de nuestra vida, en que nos quedamos suspensos, como en el éter.
Existen montones de muchachos y de hombres, ya maduros; que en medio del trabajo, del estudio, o en cualquier parte, se quedan quietos y abstraen la mente del tiempo y del ambiente.
Estos amigos lo que les sucede es que alguna linda muchachita o sensación femenina les sorbe en ese momento todo su seso.
Así es la vida, y no se puede hacer nada a favor ni en contra. Pienso, de todas formas, que cuando estemos en medio de una calle polucionada, por ejemplo, cuando presenciemos una manifestación política con sus gases lacrimógenos, por ejemplo.
Cuando, igualmente, nos encontremos ante problemas sociales, bien por el trabajo, por la familia, los amigos, o por cualquier cosa que a Vds., y a mi se nos ocurra, pues, en fin; tratemos de cruzar entre todos ellos como un ser alado, soñando otra vez intensamente, al mismo tiempo que lanzamos esa palabra tan exitosa, que de vez en cuando suelta mi amigo Sergio, despreciativamente para calificar algo:
¡PAIS!
Anvik HerrRed (c) Madrid, 18.05.1977
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