El tiempo, estos días en Madrid, es malo para los cuerpos. Las mañanas amanecen frescas con un ligero sol que inunda las primeras horas, luego, sin embargo, vuelven los nubarrones oscuros con un viento violento.
Las copas de los árboles comienzan a bailar como escobas sacudidas. Los cuerpos de las gentes se empiezan a encontrar metabolicamente mal, sobremanera; aquéllas que arrastran una enfermedad anterior.
A éstas, el encrespado tiempo las mortifica, ensaña y muerde; complicándolas la existencia.
De esta manera, muchos madrileños entristecen al teñirse el cielo del mismo color que su vida. Muchas de estas pobres gentes soportan la vida a duras penas.
Habitualmente, mueren en el mismo rincón que nacen, giran su vida por los mismos senderos de su niñez. No son nómadas, no cambian, no necesitan emigrar porque ya lo hicieron sus abuelos, buscando la vida industrial, la del “progreso”.
Así, con un piso en Vallecas, San Blas, o en cualquier parte de este voluminoso Madrid, con sus ahorrillos, -- aquéllos que pueden – una familia, su televisión, y la cotidiana comida, entre otras cosillas….
Estos “seres del asfalto”, estos “urbanitas”, viven hasta que “Finisterre, S.A.”, por ejemplo, les pone a su entera disposición un ataúd con transporte y servicios de “hoyo”, pagados…, y bien pagados.
Es el negocio de la vida, el negocio de la muerte, el negocio de todo. “Vivir para hacer negocio”. Vivir para ver como el tiempo se pone oscuro, como las almas se encogen, como Madrid ya no canta.
Hace poco, Televisión Española, proyectaba: “La Gioconda , está triste”.
Si cruzamos las calles de Madrid; saltarán a nuestros ojos montones de caras que nos harán recordar instantáneamente la mueca deprimida, que por sonrisa, presentaba, “la princesa” de Leonardo, en la película.
La gente que pasa a nuestro lado, ha dejado de creer en la hermosura del sueño. No tienen tiempo para imaginar cuadros esbeltos, paisajes maravillosos….
Ni siquiera conservan el recuerdo de la infancia, cuando, siendo niños, leían cuentos de príncipes y castillos, amasando, así, su mundo interior. Entonces, la vida se convertía en un pastel como el que sus padres ponían el día de su cumpleaños. Un pastel dulce de rico sabor, que les hacía sentirse protegidos del exterior por la fuerza paternal.
O cuando, también, un poquito mayores, hojeaban “Cómics”, plagados de héroes hercúleos, con páginas que abrían puertas a mundos de seres futurescos mezclados con bichos prehistóricos.
Ahora, todo es distinto. Bajo el grisáceo techo de oxígeno y entre el abofeteante viento, las caras danzan entre la política y la vida: hurañas y resentidas.
Mientras, la radio dice que Cataluña está siendo azotada por un fuerte huracán helado, de viento y lluvia, que las vidas de algunos pinos han sido segadas por los bomberos para prevenir accidentes, y que los bajos de algunas casas costeras se inundaron por la altura del oleaje.
Nosotros, aquí, en Madrid, pensamos en política.
El Madrid de 1.977, es político por encima de todo. Siempre lo ha sido, pero ahora, en los tiempos que corren, después de cuarenta años de Dictadura cuartelaria, con las próximas elecciones de Junio; lo es mucho más.
La política ha entrado igual que el tiempo, con mucha fuerza en nuestros mundos particulares, y también, se comporta igual que él. Unas veces borrascoso, otras, con sol luminoso y arco iris de turno.
El tiempo revuelto y la política son los elementos que en este mes de mayo ocupan nuestra preocupación. Contra el tiempo no podemos hacer nada. Contra la política, tampoco. Forma parte de nuestra sociedad desde que Platón dijera eso de que el hombre es fundamentalmente un ser político.
Nuestra sociedad es política, y por encima está el tiempo, sollozando lágrimas de sus nubes negras. Mojando a…. “la otra raza”.
Anvik HerrRed (c) Madrid, 19.05.1.977
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