miércoles, 3 de noviembre de 2010

Lluvia de verano

Llueve en la infinitud del desierto.

Llueve en el holocausto sangriento de la primitiva verdad.

¿Desaparecen los cuerpos?

 ¡Y las almas!

En qué palestra de fino mármol se encuentran los reductos de una sangre derramada. Dónde el olor a pasos de sufrimiento, huella interminable de mil vertientes, que produce el hombre a través de su fuerte presencia.

Sudores de pensamiento, languidez en las actuaciones.

La nube comienza su palpitación de vientre. Su oscuridad se hace más férrea. La energía que la sostiene finita, el rompimiento sobreviene.

Ya llueve, ya diluvia. Penetra en la piel la espasmódica presencia de lo sobrehumano. Surge el enfrentamiento con lo máximo, con lo arrollador, con lo incontenible.

Las rodillas se hincan mientras son envueltas por la lluvia…. Por el silencio.

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Anvik HerrRed (c) Madrid, 20.06.1.977

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