Enviamos misivas inconscientes a nuestro organismo biológico de todo aquello que nos conturba, de aquello que nos provoca ignominia. Las guerras y todo tipo de conflictos están extendidas por todo el planeta: Afganistán, Irak, Sahara.... Nos sentimos impotentes al presenciar esto. Nos llenamos de dudas y nos sentimos indefensos y no dejamos de preguntarnos si algún día nos tocará a nosotros. Observamos igualmente las catástrofes producidas por erupciones volcánicas, tsunamis, terremotos, etc., y no podemos menos de sentir miedo. Asistimos atónitos a las continuas extinciones de las especies que hasta hace poco convivian con nosotros. Un día el oso pirenaico, otro día el tigre de Malasia, .... y así un goteo constante. Nos vamos encogiendo en nuestra pequeña isla. Apenas nos atrevemos ya a salir a la calle, a un viaje, y vamos transformándonos en una especie de caracol. Nos volvemos cautelosos, desconfiados y temerosos. Lo cual es un peligro porque lo pueden aprovechar ciertos sectores religiosos para captarnos. Por el contrario, debemos conservar nuestra independencia y libertad frente al mundo que nos rodea, frente al entorno. Adaptación. Que remedio, pero cada vez nos encogen mas. Son ellos, los guias de este infierno.
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Anvik Herr Red (c) Madrid, 22 de noviembre de 2010
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