El sueño en la fría e incómoda noche me va venciendo. Alimento vagamente los sueños de mañana. Busco los sabores donde esconder mi cuerpo para poder iniciar un mundo mágico de anhelos. Treparé en la noche para destapar el amanecer y ser otro hombre nuevo.
Al filo de la mañana desterraré la coraza solitaria para vestirme de ropajes de optimismo y alegría. Caminaré por senderos de café, alimentando alas de romance. Pisaré la calle para acudir al encuentro de prebendas y artilugios de supervivencia.
Tengo deseos de alzarme y alcanzar rápidamente el objetivo de mi encuentro y pasar la mañana rauda, esperando mi regreso.
Al llegar me sumerjo entre cazuelas de esperanza que calman mi hambre y mi desazón.
Cuando cae la tarde buceo entre estertores indomables de una siesta eterna, que al terminar busca un corto despertar, para después de un rato, volver otra vez a sumergirse en el sueño de las sabanas que esconden mi cuerpo y que me hacen trepar, con el objetivo de destapar el amanecer y ser otro hombre nuevo.
Lágrimas resbalan atravesando m rostro y dibujando ríos y torrentes en el mapa del mundo. Agua salina, que se convierte en diamantes con los que extirpar el hambre y la miseria.
No quiero ser el servidor de nadie, tan solo un hombre independiente de pensamiento y obra. Amo la soledad del monasterio, donde mi pecho se abre, dando paso a la flor del monje, a la paz interior del alma, al silencio del que no oye nada, oyéndolo todo, del que no siente nada, sintiéndolo todo, del que no ve nada, viéndolo todo, del que permanece inmóvil, moviéndose todo, del que ya no ama, amando cada segundo, del humilde, que es rebelde, del sumiso, que es revolucionario…
La rana salta, el pájaro vuela, la estirpe se destapa en medio de un océano de dudas e incertidumbres.
Rendimos pleitesía a nuestros dioses, evocando la memoria de nuestros antepasados.
La yerba siempre crece a partir de su propia semilla.
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Anvik HerrRed © Madrid, 11.10.2010.
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