Calor sofocante,
atenaza los cuerpos de los hombres,
corre la cerveza a raudales,
refrescando las agotadas almas,
machacadas por el paso del tiempo.
Se eleva un poco el ánimo y la semblanza.
El gran hacha se mantiene baja,
mientras las voces cantan.
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Anvik HerrRed © Madrid, 10.08.10
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